domingo, 2 de diciembre de 2018

::: (1918) ARTÍCULO "Y NOSOTROS EN LA HIGUERA" , POR TOFERMON, RESPECTO A LAS CAMPAÑAS AUTONOMISTAS DE AQUEL AÑO :::

Y nosotros en la higuera
Por Tofermon
El Cantábrico
29 de noviembre de 2018

Los montañeses, y los que aún no siéndolo, podemos considerarnos como tales, somos incorregibles. Diríase que estábamos bajo la calmante acción de un anestésico. Tenemos menos iniciativas que una ostra y sin embargo, postineamos porque Santander cuenta con dos líneas de tranvías eléctricos, así una de ellas (la de los “blancos”, cuando los hicieron) encierre más peligros para el viajero que para naciones enemigas los inventos del señor Vierna González.

De Norte a Sur y de Este a Oeste corren por toda España vientos autonómicos, aires de independencia, protestas contra el tiránico centralismo, algo, en fin, que revela vitalidad y deseos de romper el  yugo que envilece y debilita. 

Rompieron el fuego los catalanes, y a los vibrantes acordes de “Los Segadores” descastellanizaron a la rica si que también flatulenta alubia y al duro y pesado garbanzo. Los nombres de estos artículos de primera necesidad fueron sustituidos por otros dos de sonido más dulce y armonioso: moncheta y sidrón. ¡Hasta en eso son grandes los catalanes!.

¡Garbanzo!¡Alubia!. ¿No es cierto que esto es de un plebeyísimo y prosaico sabor que tira de espaldas? En cambio, ¡sidrón!.¡moncheta!...¡qué cadencia tan singular y qué poesía tan dulce encierran esas dos palabras!.

Tras los catalanes, alzaron su voz los vascos, y éstos, tal vez por su familiaridad con el hierro, pidieron con más dureza que los paisanos de Cambó y Ventosa su desespañolización. Ningún acto de los que realizan los españoles les parece bien; todo para ellos es despreciable. ¡Hasta aquella emocionante azaña, en la cual Guzmán el “Bueno” se desprendió de su puñal, con el fin de que degollasen a uno de sus dos hijos antes de que Tarifa cayese en poder de la morería encallanada, carece de valor para los vascos!

A estos y a los catalanes han seguido los valencianos y a los valencianos, los madrileños, los gallegos y los andaluces, y, por último, los extremeños. Y mientras se realizan esos movimientos en las regiones citadas; mientras sus hombres laboran por ensancharlas y engrandecerlas, los montañeses seguimos en la higuera o contemplando desde lo alto de Piquío cómo las olas del mar se atropellan unas a otras.

¿A qué obedece esa quietud y ese indiferentismo? ¿Por qué, pues, no pedir nosotros también nuestra independencia?¿Quién para ello en mejores condiciones que los cántabros montañeses?

No hagamos comparaciones, que siempre son odiosas, pero díganme ustedes, ¿qué productos da Bizkaya?¿Que produce hierro? Conformes. ¿Qué da buen chacolí? Conformes asimismo. En cambio la Montaña produce, como Bizcaya, hierro; se recolecta maíz, patatas y nabos; se fabrican mantequillas, mejor que las de Soria, pantortillas de Reinosa y Bárcena; tenemos manantiales cuyas aguas pueden competir con las de Vichy y Mondáriz; en leche podemos codearnos con Suiza y llamar de tú a Holanda…

Y en lo que se refiere a repollos y a amas de cría, esos son dos tesoros de muchísimo más valor material que el tesoro del Delfín. Y, si no, díganme ustedes: ¿Quién es el mortal que desconoce la fama de los repollos de Cueto, Monte y San Román?¿Y quién es el que, habiendo sido amamantado por una pasiega, puede negar la supremacía que sobre el de las demás mujeres tiene el jugo lácteo de las hijas de Pas? Nadie.

Si con todas estas fuentes de riqueza que hemos enumerado y otras que omitimos, no pedimos nuestra más amplia autonomía, nuestra independencia, nuestro derecho a regirnos sin permitir injerencias extrañas, digamos que de la raza cántabra no nos queda más que el nombre y ese muy borroso: y avergoncémonos al propio tiempo ante la energía de esas regiones que se disponen a constituirse en nación independiente, así, como Bilbao, no cuenten con otras fuentes productoras más que el hierro y el chacolí.

TOFERMON




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