sábado, 22 de noviembre de 2025

:: Artículo "El Estatuto de Castilla" de José del Río Sainz 'Pick' (22 de mayo de 1936) y artículo 'El Estatuto Cántabro-Castellano' de Antonio de Orallo (28 de mayo de 1936) :::

Se ha resaltado en color rojo los párrafos que resultan similares en ambos textos. Parece claro que Antonio Orallo está dando una respuesta al artículo de PickDos meses antes del golpe de Estado, que acabaría derrocando la República, no se planteaba la autonomía uniprovincial para Santander por ningún partido político.


El Estatuto de Castilla
La Voz de Cantabria 
22 de mayo de 1936
José del Río Sainz 'Pick'

    Ahora vuelve a hablarse del Estatuto de Castilla. Lo leo en los periódicos, y siento la satisfacción de ver realizarse, al cabo del tiempo, una idea ardientemente acariciada, y que cuando la expuse, halló poderosos antagonistas. Hagamos un poco de historia. Las Cortes Constituyentes estaban discutiendo el régimen político de España. Cataluña iba consiguiendo sacar a flote su Estatuto; las Vascongadas preparaban el suyo también; en Galicia, el movimiento regionalista tornaba fuerza. Pero Castilla quedaba inerte y como aletargada, reducida a una crítica negativa y a una obstrucción que yo veía que a la larga resultaría inútil. Entonces fue cuando me puse a soplar sobre las cenizas frías de la Historia para ver de descubrir un vestigio de fuego. Quise que Castilla alzase también su voz en este concierto de aspiraciones regionales y alegase su buen derecho. Aquella campaña mía tuvo algunos ecos y recibió adhesiones de gentes calificadas, principalmente de Palencia y Valladolid. Pero también halló fuertes contradictores. Recuerdo el más considerable: el admirado Vicente de Pereda, que en estas mismas columnas de LA VOZ contendió conmigo. A su juicio, la autonomía regional era un desatino y no se realizaría nunca. Por lo tanto, holgaba que la pidiese Santander.

    Se equivocó Vicente de Pereda. Cataluña obtenía su Estatuto poco después; ahora van a lograrlo las Vascongadas, y ya prepara el suyo Galicia. Hay que tener, pues, en cuenta esta realidad nacional y acomodarse a ella, no sólo los que como yo, hemos sentido siempre la idea descentralizadora—llámese sistema foral en las monarquías tradicionales o federalismo en Pi Margall—, sino los aferrados al orden unitario, que ante la imposición de los hechos deben sacrificar sus convicciones y poner delante el interés de su comarca.

    Castilla, en el nuevo orden de cosas, tiene que recobrar su personalidad, no sólo histórica, sino económica y geográfica. Un Estatuto podría articular la suma de intereses castellanos que hoy combaten en orden disperso, contraponiéndose y anulándose frecuentemente.

    Para Santander esta organización ofrecería ventajas indudables, porque siendo, como somos, el único puerto castellano, el comercio y la industria autónomas se canaliza-rían en nuestra dirección. Estando en las manos de Castilla misma la organización de sus servicios, sin la deformación y las trabas que a los mismos pone la pesada y costosa burocracia central, todo nuestros problemas se simplificarían, y sus soluciones ganarían en eficacia y rapidez. No se daría el caso de ese séptimo trozo del ferrocarril del Mediterráneo, eternizado en su estado de proyecto. La región autónoma impondría por propia conveniencia su solución, sin que pudiesen nada construcciones extrañas, que sólo se realizan a favor del centralismo actual.

    Y, sobre todo, Castilla recobraría su conciencia de región, que parece haber perdido en un letargo que dura demasiados años. Volvería a rehacer su juventud de tierra ilusionada, que es lo que necesitan los pueblos para no morir. Se acabarían esas tristes procesiones de «fuerzas vivas», que se consumen llamando con gesto mendicante a las puertas de los ministerios, y que vuelven siempre con una cosecha de buenas palabras que no se traducen en actos nunca.

    Por todo esto abogarnos en nuestra campaña de hace cuatro años, y ninguna de estas razones ha perdido actualidad. Todos los problemas que entonces nos preocupaban siguen en pie, igual si no agravados, en relación con el pretérito. Pudiéramos, pues, reproducir nuestra campaña punto por punto, sólo que ahora, por lo que se dice, iremos mejor acompañados. Si oportunamente se hubiera reunido una asamblea castellana para discutir este problema, a estas horas contaríamos ya con un programa de Estatuto, y eso llevaríamos adelantado. Pero será preciso que lo que no se hizo entonces se vaya hacienda ahora, y nuestras entidades representativas deber ponerse en relación con las de las otras regiones castellanas para acordar un cambio de impresiones. Yo seguiré tratando este tema, vital, a juicio mío, y en números sucesivos diré cómo yo entiendo el futuro Estatuto castellano. Y en qué medidas, nuestras aspiraciones regionales tendrán cabida en él. 




El Estatuto Cántabro-Castellano
El Cantábrico
28 de mayo de 1936
Antonio Orallo

    Hora es ya que el Partido Republicano Federal, después de un mutismo de su ideología federalista y autonomista, basada en las doctrinas del gran maestro don Francisco Pi y Margall, mutismo impuesto por las circunstancias de franco apoyo al régimen constituido, se lance a la opinión pública para poner en su conocimiento que ya en el año 1923 dejó terminado y aprobado por sus asambleas el Estatuto Cántabro-Castellano, adaptado a la Constitución actual. 

    En aquel entonces vimos con gran satisfacción que algunos hombres prestigiosos alzaban su voz en ardiente entusiasmo por las autonomías y amor a la patria chica, así como otros muchos contradictores no se conformaban con oponerse a las aspiraciones regionales con razonamientos de doctrina, sino que, en su afán de controversia, llegaban a juzgarnos a los republicanos federales como «anticuarios» y desmembradores de la patria, por lo que su programa no se realizaría jamás.

     Poco tiempo después surgió Cataluña, completamente preparada por su concepto de ciudadanía y de amor a su patria chica (dentro de la unidad patria), reclamando su Estatuto, hoy conseguido por la unidad de acción del pueblo catalán, y que a las demás regiones las sirve de ejemplo para trabajar con fervor por la descentralización política, administrativa y económica, laborando por la emancipación de los Municipios españoles, cuna y esencia de las libertades patrias, absorbidos hoy por la centralización política del Poder central. 

    Hoy, los republicamos federales y autonomistas vemos con gran placer que surge con ímpetu arrollador en las distintas regiones (Galicia, Asturias, Valencia y Vasconia) la aspiración por nosotros sentida y siempre propagada como salvación del régimen republicano, encarnado en las autonomías, y que hoy las propagan a todos los vientos aquellos mismos que, a falta de otros razonamientos, nos llamaban «los puritanos anticuarios», sin fijarse en que las ideas, cuando llevan en su germen destellos de verdad y con la mira puesta en el bien colectivo y social de los pueblos, nunca mueren y al pasar de los tiempos reverdecen para hacerse paso con la antorcha de la razón y la verdad.         

    Así, pues, henos aquí dispuestos a trabajar en pro del Estatuto. Cantabria con Castilla tienen que recobrar su personalidad histórica, económica y geográfica. Para Santander, este Estatuto reportaría grandes ventajas, siendo este puerto castellano el único directo y estratégico con las Castillas y el centro nacional, tanto por las conveniencias mercantiles nacionales como por las internacionales y muy en particular con América latina, sede de la gran emigración española, que conserva nuestras costumbres, nuestra lengua y nuestra ideología. 

    Respecto a ese célebre proyecto de ferrocarril de Cidad-Santander, la región autónoma lo pondría en ejecución tan pronto lo juzgara conveniente, con sus propios medios, sin esperar a que ese Poder central lo quiera conceder cuando le parezca oportuno, por convenirle tenerlo a su disposición, como ardid electoral, para mejor dominar a los pueblos.

    Muy en breve el Partido Izquierda Federal dará a la opinión pública la redacción y articulado del Estatuto Cántabro-Castellano, para que, después de un detenido estudio, tanto por las entidades comerciales y mercantiles como por los Ayuntamientos de la región montañesa, a modo de labor preparatoria de un plebiscito regional, se puedan aportar cuantas enmiendas, sugerencias e iniciativas razonadas se puedan presentar que tiendan a mejorar las aspiraciones montañesas, llegando entre todos a conseguir aquello que nos proponemos en una aspiración común.

8 comentarios:

  1. Es curioso constatar a través de estos textos la carencia de una unidad política en Castilla o tan siquiera una identidad castellana compartida entre aquel conjunto deslavazado de provincias. De ahí que para la burguesía santanderina se hiciese necesario que recobrase su "conciencia de región". Voces minoritarias de aquella época, que en cambio sí que apostaban por la región uniprovincial (o pluriprovincial, pero no con Castilla), resultaron, a la postre, llevar razón.
    Castilla es la historia de un fracaso, lo demás, hablar por hablar.

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    1. No se planteaba la opcion autónomica provincial desde ningún partido político. Ciertamente es necesario indicarlo, para evitar tergiversación. Se edita el artículo. Gracias por su aporte.

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    2. Le aconsejo "Cantabria Contemporánea. Escritos de historia política, ciencia y literatura" publicado el mes pasado. Es un "conjunto de textos producto de las investigaciones que sobre la historia de nuestra región ha realizado Manuel Suarez Cortina a lo largo de su carrera. Un conjunto de indagaciones en los registros básicos –económicos, sociales, políticos y culturales– que la han caracterizado desde su conformación como provincia en las primeras décadas del siglo XIX hasta los inicios del siglo XXI, en los que la primigenia «Montaña» se ha constituido como la Comunidad Autónoma de Cantabria", según refiere la institución (Real Sociedad Menéndez Pelayo) desde donde puede descargarse en PDF, aunque quizá ya lo conociera.

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  2. Lo conozco, igual que su "Casonas, hidalgos y linajes. La invención de la tradición cántabra". Hace un repaso muy interesante por la historia de nuestra región en los últimos siglos y se aprende mucho leyéndolo. Igualmente, me parece de obligada lectura el trabajo de Estrada Sánchez "Provincias y diputaciones" para entender, no sólo la transformación particular de Cantabria, sino el significado de todo un cambio de régimen en España y el ascenso de nuevas élites políticas.
    No obstante, y volviendo a Suárez Cortina, no puedo dejar de ver demasiado simplista e incluso esencialista el modo en que considera el desarrollo de una conciencia regional política como producto de factores muy concretos. A groso modo, viene a considerar como "débil" el regionalismo cántabro debido a tres "carencias": lengua propia, instituciones que aglutinasen todo el territorio de forma nuclear en el Antiguo Régimen y una única e inequívoca devoción religiosa. Respecto a esto último, menciona la Bien Aparecida como algo demasiado tardío (algo que, da a entender, lo convierte en irrelevante en comparación con otras vírgenes oficializadas con anterioridad). A todo esto, a modo de apéndice y para que no queden dudas, incide en la dispersión de las comarcas, que considera muy alejadas mutuamente por barreras geográficas e incluso por una infranqueable lucha de intereses; y también hace hincapié en una nueva carencia: la de manifestaciones culturales diferenciales e inconfundibles. No obstante, afirma que el particularismo cántabro tiene más que ver con lo "etnográfico" que con lo "histórico", lo cual se contradice con lo anterior al tiempo que considera lo etnográfico como algo ajeno a la historia e incapaz de generar por si mismo pertenencia a una comunidad humana.
    A modo de ejemplo, para hacer entender la diferencia entre dos procesos cercanos pero radicalmente distintos, compara a Cantabria con el País Vasco y con Asturias, a quienes sitúa en un mismo plano y las cuales muestran, según él, cómo los tres factores anteriormente citados explican que se convirtieran en regiones y comunidades autónomas en los años 80. Aquí a Cortina se le notan un poco las costuras asturianas, porque comparar Euskadi y Asturias supone obviar todo aquello que realmente las convierte en lo que son, que acontece precisamente en el siglo XX y que poco o nada tiene que ver entre una y otra.
    No se mencionan los "identitarismos" regionales de España como lo que son en su totalidad: construcciones contemporáneas que mitifican, algunos, instituciones antiguorregimentales para imaginarlas como entes de gobierno autónomo e incluso participativo y de carácter popular en conflicto con el poder central de Castilla desbaratadas por un artificial régimen liberal y burgués (y no como meras cámaras de carácter estamental constituidas por la propia corona o con el beneplácito de esta). También apelan a comunidades cristalizadas en torno a una lengua (vilipendiada y ahora en reconstrucción hasta su estado original), a mitos fundantes o iconos religiosos (Don Pelayo, Covadonga, la Virgen del Rocío, Montserrat, los Comuneros, etc.) y, lo más visible y llamativo, a costumbres y tradiciones patrimonializadas, supuestamente exclusivas y fijadas mediante arquetipos y clichés folklóricos creados hace poco más de un siglo. Todo ello para justificar realidades administrativas contemporáneas.

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  3. No se menciona apenas, por ejemplo, la conflictividad social o laboral en el siglo XX o el movimiento obrero, los flujos demográficos, las transformaciones sociales y económicas que experimentan España y Europa en los últimos siglos, el surgimiento de los regionalismos y nacionalismos en el siglo XIX y la incidencia de estos en la conciencia colectiva y en la política, etc. Es decir, se justifica el carácter esencial de las comunidades humanas mediante 3 elementos, supuestamente insertos en el imaginario colectivo y determinantes a nivel político, y se obvian todos lo demás, que son precisamente los que explican cómo se configura el mundo tal y como es.
    Se habla, por otra parte, de una perpetua conexión económica con "Castilla", eludiendo el hecho de que Castilla era una corona, y no el reino primigenio, desde hacía siglos ya, y que no es un ente político ajeno a Andalucía, Galicia, etc. Se insiste en la idea de que la emigración interior es siempre hacia el sur y nunca hacia este y oeste, dejando por tanto aisladas y prístinas las regiones a ambos lados. Se obvia que el apego a Castilla de los regionalistas montañeses no representa un particularismo regional, sino un símbolo de lealtad a España y a sus instituciones. Tampoco se menciona lo novedoso que es, por cierto, el régimen autonómico, no sólo para Cantabria, sino para todas las provincias españolas.
    En definitiva, bajo mi perspectiva, el análisis de Cortina es pobre, sesgado y esencialista.
    A ver si dejamos los montañeses por fin de insistir en pintarnos por debajo de los demás o de sentirnos deudores del pasado. Cada episodio de la historia se escribe a sí mismo y se construye según su propio contexto.

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  4. Mañana ya sabe que es la conferencia de Ramón Maruri, 'Relato y razón histórica en los orígenes de la comunidad autónoma de Cantabria'. Supongo que será grabada y quedará para siempre disponible en la red. No sé si existirá algo de esta categoría en Youtube, más allá de relatos hechos a medida y con mucha ideología de por medio. Lo considero todo un acontecimiento, quizá soy algo romántico. Este profesor también incide en dichas tres carencias que alude en su comentario relativas a Cortina. No pondré a 'reñir' con profesores universitarios porque sería una osadía por mi parte, ya que no soy historiador. Pero, por supuesto, queda agregado su punto de vista.

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  5. También he leído lo publicado por Maruri y supongo que, efectivamente, incidirá en esos aspectos, como ya ha hecho en otras apariciones en los medios.
    Yo tampoco soy historiador, y no dispongo del conocimiento de estos autores a los que he nombrado. Me he limitado a leer sus trabajos y ni se me ocurre discutir los hechos que tratan. Sólo cuestiono la relación que hacen entre el pasado y el presente, lo cual ya no es un hecho, sino una interpretación, y por tanto, yo creo, muy discutible.
    Por otra parte, tengo mis dudas de que la historiografía de España, y la de sus regiones en particular, sea poco sospechosa de sesgos ideológicos, al menos en las últimas décadas.
    En cualquier caso, estaremos pendientes de la conferencia, siempre para aprender.

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