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EL DIARIO MONTAÑÉS
30 de septiembre de 1922
¿CÓMO DEBE LLAMARSE LA FUTURA FEDERACIÓN?
Si un cambio en el nombre de la Federación a que pertenecíamos ha motivado el tan discutido pleito vasco-montañés, justo es que al organizar esa futura Federación de foot-ball procuremos denominarla con un nombre apropiado, de verdadero significado, aunque realmente comprendemos que el problema es, contra lo que pudiera creerse, de bastante difícil solución. ¿La llamaremos montañesa?, ¿es más apropiado el nombre de santanderina?, como se propone en la carta que al final publicamos, ¿es más legítimo el de cántabra? Nosotros desearíamos conocer la opinión, no solo de los aficionados al foot-ball, sino también de todas aquellas personas cultas, eruditas, conocedoras de la historia de nuestra provincia, para que entre todos orienten a los santanderinos a elegir el nombre que verdaderamente nos personalice. El asunto es de verdadera importancia, pues, como decíamos antes, el origen de nuestra próxima disgregación de la Vizcaína no es más que el no querernos cobijarnos con un nombre que para nada nos pertenece, por lo que nada más natural que esforzarnos en buscar el nuestro propio. He aquí la carta que hemos recibido:
Santander, 29-9-922
Señor redactor deportivo de EL DIARIO MONTAÑÉS.
Mi querido amigo y distinguido compañero: Siendo ya un hecho la constitución en nuestra provincia de un organismo bajo el cual tengan vida legal todos o la mayoría de los clubs de foot-ball, falta ponerle un nombre o título. Y esto es muy interesante: yo entiendo que lo de Federación Montañesa no está bien. Razonemos.
Por montañés, conocen en todo tiempo y lugar los que viven en el valle, a los que habitan en las alturas. Tan montañés es el que vive en las cresterías del Mulhacén granadino, como el que vive en los altos de Rocías, como el que mora en las nevadas cumbres de Peña Labra o de Peña Rubia. El nombre de montañesa es demasiado genérico y no distingue íntegra y determinadamente la característica de región. Por estas razones - y otras muchas que se podrían aducir - nuestra Federación debe llamarse Federación Regional Cántabra. Y como viene como anillo al dedo, permíteme que exhumando un texto te recuerde lo que el inmortal maestro dejó escrito:
“Puso Dios en nuestras “cántabras” montañas…”
¿Estamos conformes? Sabes mucho lo que te aprecia tu buen amigo Manuel Peral, redactor de “Vida Deportiva”.
Una vez más repetimos que, con mucho gusto, recogeremos cuantas opiniones quieran mandarnos.
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EL DIARIO MONTAÑÉS
1 de octubre de 1922
¿CÓMO DEBE LLAMARSE A NUESTRA FEDERACIÓN?
Este problema planteado ayer en nuestras columnas parece ser que los aficionados le han recibido con gran entusiasmo a juzgar por las valiosas opiniones que hemos recibido. Naturalmente que nosotros suplicamos a los que tengan a bien intervenir en este tan importante asunto, el que nos envíen sus escritos en cuartillas y en forma publicable, para evitarnos a nosotros el enorme trabajo que supone el adaptarlo. Hoy solo publicaremos un extracto de una carta firmada por Pedro Chico y que, en resumen, dice lo siguiente:
“Me parece inadaptable el nombre de Federación Regional Cántabra a nuestra Federación futbolística, ya que la palabra cántabro no nos pertenece a los santanderinos exclusivamente. Cantabria es la antigua región septentrional de España, en las costas de Asturias, Santander y Vizcaya, y que comprende territorios de Burgos, Palencia, Oviedo, León y Santander. Por lo tanto, tan cántabros somos los santanderinos como los de determinadas regiones de las provincias arribas mencionadas. Así que mi opinión es que se titule Federación Regional Santanderina, por ser, a mi juicio, el que mejor y con más claridad expresa el deseo de la afición santanderina. “
En nuestra “Página Deportiva” del martes publicaremos un interesante artículo que sobre esta cuestión hemos recibido de un distinguido y prestigioso aficionado que firma con el seudónimo de “Cuco”.
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EL DIARIO MONTAÑÉS
3 de octubre de 1922
¿CÓMO DEBE LLAMARSE LA FUTURA FEDERACIÓN?
¿MONTAÑESA?¿SANTANDERINA?¿CÁNTABRA?
La nueva F.R de Fútbol que va a surgir de nuestra tierra tiene indefectiblemente que ser bautizada al comenzar su vida. No soy yo de aquellos que, en estos menesteres del deporte, se extasían ante el logro que impere un nombre amado. No soy como Raja, a quien con ese motivo le ha sucedido lo que a Sanchica en la celebérrima ocasión que Cervantes nos contó, ni siquiera como el bueno de Don J.M.Mateos, satisfecho también de que, habiendo una próspera federación con el nombre de Vizcaína (no quiero averiguar si el estimado amigo nació tras los montes de Orduña), ya no habrá disgustos, ni diferencias, ni choques, ni murmuraciones, ni tal cual violencia…No; ahora ya pueden dormir contentos y satisfechos todos aquellos que por prurito de unir la tierra más o menos nativa al juego futbolístico, traspasan los límites de lo corriente y de lo racional.
No soy, no, de esos. En estos asuntos de deportes prefería que las Federaciones se demarcaran escrupulosamente, no solo atendiendo a la homogeneidad, sino también a la geografía y cien otros interesantes detalles que no deben olvidarse ¿No están a nuestra disposición los nombres de Sur, Norte, Este, Oeste y sus derivados y componentes? Pero como ya - hoy por hoy -, son hechos consumados la existencia de Federaciones Asturiana, Vizcaína, Guipuzcoana, Gallega, Catalana, Aragonesa (lo de las tres últimas, pase) no hay más remedio que someterse y pensar seriamente en el nombre de la nuestra.
Démosle el más adecuado y que mejor responda al concepto de Federación, no sin lamentar que el criterio superior y el demasiado exclusivismo de vecinos nuestros, nos hayan conducido a este momento. No cuadra bien, en mi sentir, el nombre de montañesa. Con amar yo apasionadamente a la Montaña, por antonomasia, estimo que es poco apropiado. Se nos dice Montañeses en Vizcaya, acaso en parte de Guipuzcoa, en Asturias bastante, generalmente; en las vecinas provincias leonesas y castellanas; en parte de Andalucía. Pero en la gran mayoría de la nación se prestaría a equívocos y serían siempre precisas aclaraciones. Y en el extranjero, por descontado. No está bien, pues.
Mejor le cuadra el apelativo de santanderina. Santander es ciudad que, aunque pequeña ella y pequeñísima su extensión y cortísima su diseminada población, es algo conocido por el mundo. El nombre de su puerto, la belleza y variedad de sus paisajes, la fama de sus escritores y poetas, la celebridad de sus doctores, el clásico del ingenio de sus naturales, la Corte, en fin de los Reyes, nos han dado cierta notoriedad. Pero el nombre de Santander capital envuelve al Santander provincia; y como el nombre ha de ser el común a todos los que se cobijen en la Federación, es prudente, a no dudarlo, escoger un nombre más preciso y que a la vez diga algo geográfica, histórica y regionalmente. En mi concepto, con ser aceptable, no es el mejor el de Federación Santanderina.
¡Cántabra! ¿Será este el apelativo deseado? Ayer el corresponsal de un semanario deportivo, señor Peral, en este periódico, se inclinaba por esta solución. Indudablemente, este antiguo deportista - aunque joven - tiene buena adaptación y excelente memoria y ha llegado a una conclusión única. No cabe duda. El nombre debe ser el de cántabra. Veámoslo.
Es indudable que con otro criterio deportivo la Federación Cántabra debería ser desde Ribadeo hasta el Bidasoa. Respetemos el criterio opuesto. Asturias tiene de algunos siglos a esta parte su personalidad bien definida; de mucho tiempo acá, nadie podrá entender, al hablar de Cantabria, que se alude a la hermosa región de nuestro occidente. Del mismo modo la región vascongada española no es confundida con ninguna otra. Y aunque cierto es que en años de la dominación romana y anteriores formaba parte de una Cantabria, no bien determinada hasta hoy, es evidente que nadie que en este siglo hable de cántabros y de Cantabria, entenderá jamás que se refiera ni a Álava, ni a Guipúzcoa, ni a Vizcaya.
No así con nuestra región, poco ha desprendida de Burgos. Forma ella como el centro, como el corazón de Cantabria. Bien se siga, con algún escritor, que tomó nombre de ciudad asentada no lejos del nacimiento del Ebro, ya se afirme que a estos montes vinieron moradores de Asia, que nos trajeron el nombre; lo cierto, indiscutible es que quien puede y debe hoy adoptar y apropiarse permanentemente el nombre de Cantabria es lo que hoy llamamos provincia de Santander, con aspiraciones de agregarse en su día pueblos y valles que lo están pidiendo a voces. Es más. He pensado muchas veces cómo nuestros gobernantes, nuestros representantes en Cortes, nuestras corporaciones, no habrán trabajado con entusiasmo y ahínco para que esta provincia se denomine PROVINCIA DE CANTABRIA, capital Santander. Nadie con más derecho, y hoy digámoslo categóricamente, con el más grande de los derechos. Y siendo esto así, ya está indicada la denominación: ¡Federación Cántabra!.
Y añado que si, lo que no espero, algún día se acuerdan nuestros directores de la memoria de aquellos Cántabros y de aquella región famosa, y estiman que somos, sin disputa sus más directos y legítimos herederos, debiéndosenos revalidar el nombre preclaro de Cántabros, que pidan a la vez, al Gobierno de Su Majestad que rehabilite el título de Duque de Cantabria y que sea adjudicado a un hijo de nuestro Monarca o al Monarca mismo, si es que no digo un disparate “nobiliario” embarullado con un asunto deportivo. Autor: CUCO
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LA ATALAYA
4 de octubre de 1922
Todos son comentarios y cábalas en lo referente al nombre que debe de darse a la futura Federación de football en que deben de unirse nuestros clubs. Son muchos los nombres que se han pensado, y parece ser que algo atinado estaba el redactor de “Vida Deportiva”, nuestro particular amigo don Manuel Peral, según carta que publicó en las columnas deportivas de nuestro colega “El Diario Montañés”. Sin embargo, nosotros opinamos distintamente, teniendo en cuenta las razones que aduce y que copiamos a continuación. “El nombre de Montañesa es demasiado genérico y no distingue, íntegra y determinadamente, la característica de región”, y “que debiera llamarse Federación Regional Cántabra.”
“Radium”, el cronista deportivo del “Noticiero Montañés”, opina, cual nosotros, que existe un nombre apropiadísimo para dársele a la Federación, que es el de Castilla la Vieja. Es nuestro verdadero nombre: el nombre que se debe ostentar, puesto que castellano viejos somos. Burgos, Logroño, Soria, Segovia y Ávila, ¿no son nuestra verdaderas ciudades hermanas?. ¿Por qué no hemos de tratar de unirlas a nosotros, a pesar de la distancia, procurando practiquen con verdadera fe el deporte foot-ballístico, puesto que, además de este manera obtendríamos la Federación más potente de cuantas existen?.
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EL DIARIO MONTAÑÉS
5 de octubre de 1922
¿CUÁL DEBE SER EL NOMBRE DE NUESTRA FEDERACIÓN?
No quiero demorar por más tiempo el cumplimiento de la promesa hecha hace varios días a mi buen amigo el cronista deportivo señor Peral, quien no parando mientes en mis escasas letras en todo lo que en deportes se relaciona, me requirió para que, al amparo de las columnas de EL DIARIO MONTAÑÉS, formulase mi opinión acerca del apelativo con que se ha de designar a la nueva Federación “futbolística” hoy en estado constituyente; y aunque mi falta de autoridad científica atemoriza mi ánimo, me da esfuerzo y valor para compensar con exceso esta flaqueza, mi acendrado cariño a la patria chica.
Por ello, declaro sin vacilaciones que en esta hermosa tierruca a una entidad regional, sea su carácter deportivo, artístico, científico, o de otra índole, no le cuadra en puridad mote más apropiado que el de cántabra, por ser la antigua Cantabria la región natural que comprende con ligeras variantes “todo” el territorio de la actual Provincia de Santander, y entiéndase que mal puede reivindicarse el nombre de santanderinos como patrimonial de los habitantes de esta provincia, cuando no obstante ser ya casi centenaria la ley que, imitando el modelo francés de los departamentos, dividió el suelo nacional en cuarenta y nueva provincias, hoy es el día que la nuestra se la conoce por el nombre de la Montaña, y montañeses son denominados sus hijos en casi toda la península.
Si aquí terminara mi alegato pudiera decirse que me había salida coja la argumentación, pues enderezada a probar la primacía de la palabra Cantabria para designar nuestra región, habría demostrado más bien ser conocida ésta por la Montaña; más siendo evidente que por santanderinos no se entiende más que naturales de la ciudad de Santander, conviene discurrir acerca de si, a pesar de ser designados por antonomasia con el vocablo montañeses los nacidos en esta provincia, tiene algún valor histórico dicha designación. De que no la tiene, es la mejor prueba el que en el régimen administrativo anterior a la división provincial, dependía la nuestra con la denominación Montañas de Burgos del Merino Mayor de la ciudad del Cid, de manera que lo de llamarse la Montaña por antonomasia tampoco es cosa antigua, ni de tiempo inmemorial; también es sabido que eran y son conocidos con el nombre de montañeses los habitantes de la parte alta de la provincia de León, y de igual modo los del Alto Aragón y otras comarcas.
Tiene, en cambio, la voz Cantabria para nosotros un alto sentido histórico, de atavismo racial que ha culminado en el pasado siglo XIX en momentos de exaltación nacional o política: dígalo sino, en la Guerra de la Independencia la División Cántabra, que mereció de Wellington elogios que parecerían hiperbólicos sino hubiesen sido justos, y los Batallones Cántabros formados al calor de la idea política y religiosa en nuestras luchas civiles.
No quiero terminar sin hacer constar que incurren en error de bulto quienes suponen que Vizcaya y Asturias formaron parte de la Cantabria primitiva; a ésta la separaba de sus vecinos los Autrigones, hoy Vizcaínos, la ría de Oriñón, y de los Astures, Tinamayor, y si bien alguna parte de las provincias de Palencia y de León fue asiento de las tribus cántabras, esto lejos de menguar la personalidad histórica de nuestra región la agranda al asignársele mayor territorio. Y como lo que se predica del todo se predica igualmente de cada una de las partes, por cántabros nos debemos tener los naturales de la Tierruca, que toda fue Cantabria gloriosa, aunque tengan asimismo derecho a ostentar igual origen algunos territorios de otras provincias; más ninguna íntegramente como la nuestra por la cual no hay lugar a confusiones.
Más razones se podían agregar a las aducidas, pero por no hacer alardes eruditos, que no son del caso, me he reducido a lo expuesto, esto es, que nuestra realidad histórica es Cantabria, Cantabria nuestra blasón y cántabro nuestro linaje. Autor: J.L